Tom y Rosita

 Tom y Rosita


Era un día cualquiera para la ardilla Tom, que iba tranquilamente saltando de árbol en árbol por el bosque, cuando de repente, vio a lo lejos en la copa del árbol más grande del bosque a la ardilla Rosita. Nada más verla quedó impresionado por lo que decidió acercarse a hablar con ella.

Tom - ¡Hola! Soy Tom encantado, ¿cómo estas?
Rosita - ¡Hola! yo soy Rosita, bueno estoy un poco aburrida aquí sola en el árbol.
Tom - Oh vaya, yo me sé un trabalenguas que te puede animar un poco.
Rosita - ¡Que divertido! Intentaré repetirlo a ver si lo consigo.
Tom - Cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentos cuentas, porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas, nunca sabrás cuántos cuentos cuentas.
Rosita - ¡Vaya! qué difícil, no creo que sea capaz de repetirlo.

Tras un largo rato hablando y recitando trabalenguas, la ardilla Tom quedó enamorado de la belleza de la ardilla Rosita, por lo que decidió recitarle un poema de amor para ver si así podía conquistarla.

Tom - Después de este día me gustaría recitarte un poema que conozco, a ver si te gusta.
Rosita - ¡Ay! que ganas de escucharlo.
Tom - Hay besos de caramelo,
          dulces como una sonrisa.
          Están los besos con prisa,
          que hay que cogerlos al vuelo.
          Los besos de mariposa
          rozándote las mejillas
          ¡pueden hacerte cosquillas!
          y son de color de rosa.
Rosita - ¡Qué bonito! Me ha encantado, me gustaría quedarme contigo todo el tiempo.

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